“Donde el caos se convierte en belleza y el instante, en destino.”

"Bienvenidos al rincón donde las palabras respiran y los colores susurran."

Serie: Baúles del Tiempo

1. Cómo empezar un blog que está en blanco
Un nombre encendido como una linterna: Correo de Luz.
2. Carta inaugural (con fósforos en los bolsillos)
“Escribo para que no se apague lo que nunca vi.”
3. Instrucciones para habitar lo invisible
No hace falta entender: basta con estar.
4. Las palabras que se escapan, y las que esperan
Lo que no se nombra también escribe cartas.
5. Instrucciones para llorar sin que se note
Cada lágrima es un mapa en miniatura.
6. Carta encontrada en una botella (sin mar)
Lo que tiramos al aire, a veces vuelve en forma de abrazo.
7. Las cosas que no cambié, y menos mal
Hay gestos que nos salvan aunque no sepamos.
8. Mensaje para cuando no sabés si sos suficiente
Estás completa incluso cuando no lo sentís.
9. Carta al yo que fui (y a veces me visita)
Todo lo que fuiste… me sigue salvando.
10. A los que ya no están (pero siguen firmando mis cartas)
La ausencia también tiene firma.
11. Para la persona que seré, si tengo suerte
Fuiste muchas versiones y todas querían lo mismo: estar viva.
12. Manual breve para sostenerse cuando todo pesa
El suelo también puede ser hogar. Un rato sí.


“Esta carta no es para vos (pero igual abrila)”
Hay mensajes que nacen sin remitente, sin destino claro, como si quisieran existir por sí mismos, sin pedir permiso.
A veces se parecen a los suspiros. Otras, a los sueños que no nos animamos a contarle a nadie.

Esta carta es una de esas.

Quizás no te mencione.
Quizás no te nombre.
Quizás ni siquiera diga algo importante.

Pero si la abrís, puede que te toque algo. O te roce.
Como una pluma que cae sin ruido, pero te obliga a mirar hacia arriba.

Si eso ocurre, dejá la puerta entreabierta.
Tal vez el próximo mensaje sí sea para vos.
O tal vez, ya lo era.



“Manual de uso para cuando no sabés qué hacer con lo que sentís”
1. No lo tapes.
No le pongas música, no le pongas series, no le pongas conversaciones falsas ni respuestas automáticas.
Lo que sentís no quiere desaparecer. Solo quiere que lo mires sin miedo.

2. No lo nombres enseguida.
Decir “tristeza” muy rápido a veces encierra a otras cosas que también estaban ahí: el cansancio, el deseo, la espera.
Dejá que hable solo, con su idioma raro.

3. Escribilo, aunque sea mal.
Aunque no sea un poema. Aunque no tenga forma. Aunque no tenga ortografía.
Escribir es darle un cuerpo al monstruo para ver que en realidad no era tan grande.

4. No esperes que se te pase.
Esperá que te transforme.

5. Y si no sabés qué hacer…
Mandalo por correo de luz.
Alguien lo va a leer sin juicio, sin receta.
Y tal vez le sirva. Tal vez lo abrace. Tal vez te devuelva algo distinto.



“Cosas que me dijeron sin decirme”
A veces uno escucha frases que nunca le dijeron.
Están en los gestos, en los silencios, en cómo alguien sostiene la taza mientras decide si contarte algo o no.

Hoy recojo algunas de esas cosas que me dijeron sin decírmelo.
Tal vez vos también las escuchaste, en otro idioma, en otra piel.

• “No tengo las palabras, pero me quedo cerca.”
• “Sé que no te entiendo, pero quiero estar igual.”
• “Te perdono aunque no me pidas perdón.”
• “No te estoy evitando. Solo estoy intentando no romperme delante tuyo.”
• “Me importás más de lo que sé decir.”
• “Me acuerdo de vos, aunque no te escriba.”


Y esa última...
Esa es una carta sin sobre que viaja todos los días.
Y a veces llega.
Aunque no sepas.



“A veces quiero desaparecer, pero con estilo”
No es tristeza.
No es cansancio.
Es una mezcla extraña de saturación y ganas de silencio, como si la vida fuera demasiado fuerte de golpe.
Como si el mundo gritara y yo solo necesitara un susurro.

Entonces fantaseo con desaparecer…
Pero no del todo.
Desaparecer lindo.

Irme por un rato, pero dejando una nota que diga:
“Volveré cuando tenga flores en los bolsillos.”

Cambiar el fondo de pantalla de mi alma.
Rebobinar hasta antes de las expectativas.
Ser un punto y coma que decide quedarse en punto.

Y que nadie se asuste.
No es huida.
Es ajuste de brillo.

A veces quiero desaparecer, pero con estilo.
Como esas canciones que se van bajando el volumen solas…
…y uno las sigue escuchando por dentro.



“Instrucciones para llorar sin que se note”
1. Elegí un horario estratégico.
Preferiblemente cuando nadie espere nada de vos.
Si no existe ese horario, inventalo.
Decí que vas al baño. Decí que vas a lavar un plato. Decí que vas a mirar el cielo (aunque esté nublado).

2. No te mires al espejo.
Ver tu propia tristeza a veces la hace más fuerte.
O más real.
Mejor mirá una planta. Un perro. Algo que no te pida explicación.

3. Llorá bajito.
No para esconderte.
Sino para que el llanto escuche su propia voz y no se asuste.

4. No limpies enseguida.
Dejá que la lágrima trace su camino.
Es un mapa. Y puede llevarte de vuelta a vos.

5. Después, escribí una lista de lo que sigue vivo.
Una canción. Una amiga. Una frase en un libro.
Una palabra tuya que todavía no escribiste pero ya existe.

6. Guardá esa lista.
No como escudo.
Como linterna.


Porque hay días que no se salvan.
Pero vos sí.



“Carta encontrada en una botella (sin mar)”
No sé hace cuánto escribí esto.
Tal vez fue ayer. Tal vez fue en otra vida.

La enrollé con cuidado, como si fuera un secreto que no quería asustarse.
No había mar, pero igual la puse en una botella.
Y la lancé.
Al aire. A la espera. A ese lugar invisible donde van las cosas que uno no se anima a entregar en mano.

Decía algo así:

Si alguna vez leés esto, es porque estás buscando algo.
Tal vez no sabés qué.
Tal vez tampoco yo sabía qué estaba dejando en esta botella.
Solo sabía que no podía guardarlo más.
Y que no quería perderlo sin antes intentar regalarlo.

Si encontrás esto, guardalo.
O respondelo.
O rompé la botella y usá los pedazos para hacer un collage nuevo.

Pero no lo tires de vuelta al mar.
Ya fue bastante valiente con llegar hasta vos.




“Las cosas que no cambié, y menos mal”
Cambié muchas cosas.
Rutas.
Peinados.
Decisiones tomadas con el estómago vacío.

Pero hubo otras que no toqué.
Y qué suerte.

No cambié mi risa en momentos impropios.
No cambié mi tendencia a guardar papelitos con frases que nunca voy a tirar.
No cambié mi impulso de llorar cuando algo es demasiado hermoso.
No cambié mi manera torpe de querer.

Y no cambié esta parte de mí que, aunque a veces duela,
todavía quiere escribir algo
que haga que alguien, en algún lugar,
se quede quieto un segundo
y diga en voz bajita:

—Esto también me pasa a mí.



“Mensaje para cuando no sabés si sos suficiente”
No hace falta que te esfuerces hoy.

No tenés que entender todo.
No tenés que ser valiente.
No tenés que sonreír si no te sale.

Hoy podés simplemente estar.
Como una planta que no florece, pero igual respira.
Como una casa con las luces apagadas, pero con gente adentro.

No sos un proyecto.
No sos un error de cálculo.
No sos una deuda con vos misma.

Estás completa incluso cuando te sentís en pedazos.

Sos suficiente, incluso en los días donde todo parece demasiado.

Y si no lo podés creer, no pasa nada.
Yo lo creo por vos.
Hasta que puedas.



“Carta al yo que fui (y a veces me visita)”
Hola.
Sigo acá.
Más arrugada, más serena, más selectiva con las batallas.

Te recuerdo.
Con tus dudas gritadas en cuadernos y tus certezas mudas.
Con esa forma tan tuya de pedir ayuda sin decirlo.

Quiero decirte algo:
No hiciste todo mal.

Lo que elegiste, aunque doliera, también me trajo hasta acá.
Y no, no era tan urgente.
Ni tan grave.
Ni tan eterno.

Gracias por no rendirte.
Incluso cuando yo quise rendirme, vos seguiste.
Gracias por reír cuando no había motivo.
Y por llorar, cuando nadie se animaba.

Todo lo que fuiste…
me sigue salvando.



“A los que ya no están (pero siguen firmando mis cartas)”
Hay ausencias que no son huecos:
son presencias en volumen bajo.

No puedo llamarte.
No puedo escribirte.
Pero a veces me respondes con un olor, una canción, una frase que no recordaba.

Estás en los lugares donde no te busco.
En los gestos que heredé sin querer.
En lo que no digo por no llorar,
y en lo que digo para no olvidarte.

No sé si esto llega.
No sé si hay un buzón donde vivís ahora.
Pero igual lo mando.

Porque aunque te hayas ido,
yo sigo escribiendo
como si fueras a contestar.



“Para la persona que seré, si tengo suerte”
Hola, futura yo.
¿Todavía te emocionás con cosas chiquitas?
¿Seguís creyendo en lo invisible?
¿Conservaste alguna contradicción para no aburrirte?

Ojalá sigas dudando, aunque ya sepas.
Ojalá sigas inventando excusas para escribirle al mundo.

Te dejo estas palabras como miguitas.
Para que cuando te pierdas, recuerdes:
fuiste muchas versiones
y todas querían lo mismo.

Estar viva.
De verdad.
Con todo lo que eso implica.



“Manual breve para sostenerse cuando todo pesa”
1. Respirá como si eso fuera suficiente.
Porque a veces lo es.
Aunque no parezca.
Aunque no se note.

2. Poné una mano sobre algo tibio.
Una taza.
Un gato.
Tu propia panza.
(Todo lo que late, consuela).

3. Imaginá que alguien te cuida, aunque no esté.
Inventá su voz.
Decite lo que nadie te dice.
Hacelo mantra. O mentira útil.

4. Permitite estar caída sin plan de levantarte enseguida.
El suelo también puede ser hogar.
No por siempre.
Pero un rato sí.

5. Buscá algo que todavía brille.
Aunque sea mínimo.
Aunque sea prestado.
Aunque no esté en vos.

6. No respondas todo hoy.
Que las preguntas respiren también.
Que no se ahoguen con respuestas rápidas.


Y si nada de esto sirve, volvé mañana.
O el lunes.
O cuando puedas.
Te vas a encontrar de nuevo, aunque llegues tarde.



"Gracias por quedarte un rato entre retazos de luz. Nos vemos en el próximo destello."

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